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Adicción a Internet.. prevención desde la Infancia


Los niños con déficit atencional y fobia social tienen más posibilidades de desarrollar esta patología en la adolescencia, concluye una investigación realizada en Taiwán. (Fuente: El Mercurio)

Si la adicción a internet es o no una patología psiquiátrica es algo sobre lo que los especialistas en el mundo todavía no llegan a acuerdo. Pero mientras ese debate ocurre, la necesidad de atender a los jóvenes que están teniendo un uso problemático de la red se está instalando como un conflicto en auge.
"¿Llegará a ser la adicción a internet la epidemia del siglo XXI?", se preguntan los doctores Dimitri A. Christakis y Megan A. Moreno, del Centro para la Salud, Conducta y Desarrollo Infantil de Washington en la editorial de la última edición de la Revista de la Asociación Americana de Medicina (JAMA). Y lo dicen basándose en los resultados del estudio más destacado en esta publicación, realizado por el Departamento de Psiquiatría del Hospital de la U. Kaoshiung en Taiwán. Se trata de un seguimiento a más de 2 mil adolescentes para ver sus conductas ante el computador.
Uso intensivo en Chile
La investigación plantea que hasta el 18% de los adolescentes, tanto de Oriente como Occidente, pueden tener adicción a internet y debido a lo alto de esta cifra sugieren que debería ser catalogada como patología. Y agregan: "Identificar los factores de riesgo es muy importante para la prevención y la intervención temprana".
Pero no queda ahí: la investigación sostiene que los niños con depresión, déficit atencional con hiperactividad, fobia social y hostilidad tienen más posibilidades de desarrollar adicción a internet en la adolescencia.
Por lo tanto, sugieren la detección temprana de estas patologías para tratarlas antes de llegar a la adolescencia.
"Entre el 20 y el 30% de los adolescentes en Chile tiene problemas con el uso de internet y los videojuegos", sostiene Elías Arab, psiquiatra del Hospital Clínico de la U. de Chile. Y con esa cifra no se refiere a adictos, sino simplemente a jóvenes que están teniendo problemas por su uso intensivo de la red.
"Estamos haciendo estudios y vemos que es una situación de la cual hay que hacerse cargo, pero con cautela. Internet es un medio de comunicación más y el principal factor que incide en el desarrollo de esta patología son las familias disfuncionales, que supervisan poco, ponen escasos límites y no son contenedoras", advierte. Juan Pablo Westphal, psicólogo de la Clínica Santa María, concuerda con Arab y admite que la investigación de Taiwán le hace mucho sentido. "Los chicos con dificultades de vínculos, con déficit atencional, se encierran mucho en el computador porque con la tecnología no se requieren muchas habilidades sociales para interactuar.
El problema es que viven ahí y no en la realidad".
Internet les brinda todo "de manera inmediata, con múltiples estímulos, lo que es muy atractivo para un niño con vulnerabilidades", como déficit atencional o fobia social, añade la psicóloga Macarena López, de la Unidad de Adolescencia de la Clínica Santa Sofía.

Consecuencias de la Adicción a Internet






Revisar de forma obsesiva el correo electrónico, usar compulsivamente los sitios de chat, redes sociales, y pasar horas en juegos online causan distanciamiento familiar, descuido en la salud y el aseo personal, que son síntomas propios de los adictos a Internet, alertó el Ministerio de Salud.

Especialistas del sector explicaron que el excesivo tiempo que pasan estas personas delante de la pantalla del ordenador ocasionan no solo alteraciones mentales sino a la salud, como irritación de los ojos, dolor de cabeza, dolor de espalda, etc.

Según especialistas del Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado - Hideyo Noguchi, también se puede presentar pérdida de interés en las actividades académicas, familiares o sociales, bajas calificaciones, ausentismo o deserción escolar, poca socialización, poco tiempo para las actividades de recreo con sus compañeros o familiares, entre otras.

En ese sentido, tras estar mucho tiempo en Internet, el cibernauta adicto suele crear un mundo artificial, provocando que valoren más los hechos emocionales ocurridos dentro del juego, que las cosas de la vida real.


Un problema serio que también generó la revolución informática es el supuesto “enamoramiento” cibernético, que puede desencadenar agresividad, falta de sueño, imposibilidad de estar lejos de la red y ansias incontrolables por conocer nuevas noticias, conversar por messenger o redes sociales.

De ser así, hay que persuadir a esa persona a visitar a un especialista, pues la adicción al ciberespacio podría originar la perdida del cariño de la familia, pareja, amigos, inclusive, el trabajo.

La dependencia de Internet y su posible tratamiento

La dependencia a Internet es una nueva adicción que ha despertado el interés de muchos especialistas, viendo que afecta cada vez más a los jóvenes. Es equiparable a la adicción al "zapping" ya que en ambos casos el profesional se encuentra con un paciente que busca impulsivamente estímulos rápidos y gratificantes que lleguen a satisfacer su constante necesidad de información.


El término adicción o trastorno adictivo hace referencia a un estado de dependencia física o psicológica. En este segundo caso, la adicción a Internet es comportamental, es decir, cuando el paciente presenta un comportamiento adictivo o psicológico a alguna actividad. El estado de dependencia hace que la citada actividad pase a convertirse en lo más importante que tiene un individuo durante el día, permitiendo que el resto de labores como la familia o el trabajo pasen a segundo término. Esta situación hace que se creen tensiones con su entorno y llegan a afectar a su estado de ánimo presentando, muchas veces, síntomas psiquiátricos. En el caso de los jóvenes este tipo de adicción va subiendo y se cree que los que dedican más de cuatro horas a la semana a navegar por Internet tienen un riesgo diez veces mayor a acabar siendo adictos.


En el caso de los jóvenes este tipo de adicción va subiendo y se cree que los que dedican más de cuatro horas a la semana a navegar por Internet tienen un riesgo diez veces mayor a acabar siendo adictos
Según Conrad Surribas, psiquiatra de la USP del Institut Universitari Dexeus de Barcelona, la formación o el ambiente en que se desenvuelve una persona determina hacia qué tema dirigirá su potencial adictivo, si bien la base biológica de las adicciones es idéntica al tratarse de una alteración de los neurotrasmisores neuronales. Hasta ahora, "no están identificados los criterios específicos de la adicción a Internet, lo cual sería importante a la hora de distinguir entre uso excesivo y adicción", resalta el experto

Los chats interactivos son las actividades de Internet que más adicción despiertan, ya que crean vínculos entre las personas. Lo que hay que conocer es el motivo que pueda tener una persona para mantener una conversación a través de la red y analizar si es porqué realmente le interesa o si lo utiliza para "quemar el tiempo", cosa que puede derivar en comportamientos patológicos", segura el doctor Surribas.

La adicción a Internet se debe tratar como cualquier situación adictiva, es decir, suprimiendo cualquier contacto con la actividad en sí. Pero habría que estudiar que uso hace el paciente de la red.

En cuanto al tratamiento farmacológico, éste sólo se emplearía cómo soporte al tratamiento psicoterapéutico y se trataría de disminuir la capacidad impulsiva del paciente. Según Surribas, en este caso "se utilizarían antidepresivos de última generación, cómo los inhibidores de la recaptación de la serotonina, que tienen un amplio campo en este tema".

La dependencia comportamental a Internet es similar a la adicción al "zapping". En ambos casos el médico se encuentra con un paciente que busca estímulos rápidos que le sean gratificantes, en forma de situaciones o imágenes, debido básicamente a la necesidad de sentirse vivos que tienen estos pacientes

aspectos tecnicos del internet

2. El recto uso de Internet
Con sus características propias, Internet tiene luces y sombras. Fundamentalmente es un vehículo, o un canal de transmisión de datos y contenidos, que en términos más gene­rales es un bien (como son un bien la imprenta, el teléfono, la televisión, etc.). Supone un avance respecto a la época en que no existía. Como sucede con muchos otros medios tecno­lógicos (piénsese por ejemplo en los avances de las ciencias de la vida que causan tantos problemas bioéticos), admite un uso bueno y un uso malo, un uso experto y un uso inexperto. Exceptuando el caso de los niños, que merece una consideración específica, en Internet sólo suele quemarse quien se quiere quemar o, al menos, quien le gusta jugar con el fuego. El problema que plantea es un problema de educación moral y de firmeza de convicciones en el usuario. A la red de Internet le afecta un problema general de nuestra época, y que consiste en que el progreso de las capacidades humanas (de hacer, de saber, de comunicar, etc.) no siempre haya sido precedido, o al menos acompañado, por la adqui­sición y la difusión del saber y de la prudencia necesaria para gobernarlas adecua­damente, de forma que esas mayores capacidades redunden en el bien de los individuos y de las sociedades, y no en su empobrecimiento o corrupción. A este respecto, quizá hay que la­men­tar que, tratándose de un instrumento relativamente nuevo, los diversos agentes formativos (familia, escuela, catequesis, etc.) no siempre están debidamente preparados para dar una educación acertada e incisiva por lo que se refiere a su uso, cuando la realidad es que elaborar y transmitir una cultura del buen uso de Internet y de los demás medios modernos de comunicación es una parte importante de la formación moral y cristiana en el mundo actual.

De estas consideraciones se desprende que el problema ético de Internet es el problema de su recto uso o, con otras palabras, el de la formación y la virtud necesarias para usarlo rectamente, tanto por parte de quien introduce contenidos en la red como del usuario pasivo. La formación y la virtud necesarias para manejar este instrumento, de forma que sea realmente un bien para quien lo utiliza, no se pueden sustituir con ningún medio técnico ni con ninguna medida de restricción. Todos los fabricantes de filtros o de sistemas técnicos de prevención insisten sobre este punto, sea porque esos sistemas nunca son del todo perfectos, sea porque quien desea burlarlos, si es algo experto, acaba encontrando el modo de hacerlo. Análogamente a lo que sucede con otros medios, es muy difícil impedir hacer el mal al adulto que desea hacerlo, y cuanto mayor es el impedimento que se pone mayor es el precio que se paga en términos de falta de libertad y de confianza (a menudo con efectos contraproducentes), o de entorpecimiento del trabajo. Un estudio de los aspectos éticos de Internet ha de considerar ante todo los criterios generales para su recto uso. Aquí habría que distinguir los diversos contextos (trabajo, escuela, familia, diversión, etc.) y los diversos tipos de personas. En términos generales se podría hablar de templanza, sentido común, prudencia, y atención a la totalidad de la persona y a la totalidad de sus facultades y de sus dimensiones. Salvo en algunos tipos de trabajo profesional, Internet (y, más en general, el ordenador) es un instrumento más, uno de los diversos instrumentos con los que se cuenta. Toda excesiva concentración sobre él es humana y éticamente nociva. Su uso no debe aislar de los demás (amistades, relaciones sociales), ni impedir las actividades al aire libre, la lectura de libros y revistas de la propia especialidad o de cultura general, la consulta de otras fuentes, la utilización de otros juegos y el deporte por parte de los niños, la escritura, el buen cine y el teatro, los conciertos, etc.

Hacer buen uso de Internet es usarlo siempre para algo bien determinado. Se busca algo concreto, sabiendo donde buscarlo o utilizando un motor de búsqueda cuyo funciona­miento se conoce bien, se desea comprar algo bien preciso, etc. Es poco razonable conec­tarse a Internet sin saber qué se quiere hacer, sólo porque se tiene tiempo libre, o para ver qué novedades se encuentran, o porque se está cansado y se piensa descansar “navegando” por un sitio o por otro. Una persona bien formada debería ser intransigente en este punto, de forma análoga a como se utiliza un automóvil para ir a un sitio determinado, y no se utiliza para vagar por la ciudad, sin rumbo fijo, gastando inútilmente el tiempo y la gasolina. Si se dispone de tiempo libre es preferible tener a mano un buen libro. Si se trata de niños que quieren usar videojuegos se ha de saber cuáles son, dónde están, etc.; también en este caso se va a hacer algo determinado, y se tiene en cuenta además que los niños necesitan estar con amigos, realizar actividades al aire libre, hacer ejercicio físico, adquirir el hábito de leer, etc. La actitud de conectarse sin una finalidad precisa y justa, sólo para curiosear, tiene ya algo de éticamente negativo, y fácilmente puede dar lugar a males más graves.

Ante los contenidos que inducen o pueden inducir a cometer pecados contra la fe, la caridad, la justicia o la castidad, se debe observar el mismo comportamiento que se observa cuando esos contenidos aparecen en otros medios (libros, prensa, conversaciones, etc.). Se han de aplicar los principios morales acerca de las ocasiones de pecado. Existe el grave deber moral de evitar las ocasiones próximas, libres y graves, y se deben también poner los medios necesarios para hacer remotas las ocasiones necesarias. El carácter próximo o remoto, así como la gravedad de las ocasiones, pueden tomarse en sentido absoluto o rela­tivo. Es decir, una situación puede constituir una ocasión grave y próxima para la genera­lidad de las personas, o bien puede ser una ocasión grave y próxima sólo para una persona o unas personas en particular, mientras que para las demás no lo es.

En mi opinión, sin querer minimizar la complejidad del problema moral, sería reduc­tivo considerar Internet en general como una ocasión de pecado. En la experiencia pastoral quizá se oye hablar de Internet sobre todo en este contexto. Pero la reflexión sobre los datos que la misma experiencia ofrece no autoriza a sacar una conclusión negativa general. Muchas personas que usan Internet, incluso diariamente, no presentan esos problemas, y hay muchas otras que hacen el bien a través de la red. La mayoría de los que presentan problemas morales son personas que de no existir Internet quizá tendrían los mismos proble­mas sirviéndose de otros vehículos. Se dan también casos en los que personas de actitud general recta han cometido ciertos errores morales por la única razón de que se han encontrado por casualidad con una página web moralmente negativa, pero no son ni mucho menos la mayoría. Sobre todo para evitar estos casos, y también para los niños, pueden ser de gran utilidad algunos medios técnicos de protección, de los que se habla a renglón seguido.

3. Los filtros y otras protecciones de carácter técnico
Puesto que la red de Internet es vehículo de contenidos tanto positivos como negati­vos, han surgido dispositivos técnicos que impidan el paso de los contenidos negativos, de modo semejante a como el agua contaminada se hace pasar por un filtro, que detiene los elementos nocivos. Estos dispositivos realizan una prevención inmediata, que presupone la prevención remota de orden cultural y ético, que crea en la persona la decisión de querer usar bien Internet. Sin este componente cultural y ético los filtros serían poco eficaces[3].
Los primeros sistemas de prevención inmediata que se utilizaron funcionaban sobre la base de una lista de páginas web negativas a las cuales no se permitía el acceso. Este sis­tema requería una continua actualización, y exigía que alguien se dedicase a explorar conti­nuamente la red para incluir en la lista de las “prohibidas” las páginas negativas de reciente creación. No resultaba muy práctico.

Con el aumento de la potencia de los ordenadores personales, se hizo posible intro­ducir en ellos un programa capaz de analizar en el acto el contenido de la página a la que se va a acceder, y de impedir el acceso si esos contenidos son negativos. Son los actuales filtros más divulgados: Optenet, CyberPatrol, CyberSitter, Net Nanny, Surfwatch, X-Stop, Rated-PG[4]. Uno de los límites que pueden tener es que analizan los contenidos en algunas lenguas, pero no en otras (por ejemplo, los más comunes en Italia no analizan páginas escri­tas en ruso). Su eficacia es alta, pero no llega al 100%. Pueden detener artículos de teología moral o libros de la Biblia, porque contienen una o varias palabras sospechosas (“prostituta”, etc.), y dejan pasar otras páginas que pueden tener inconvenientes, aunque son bastante seguros para detener páginas de contenido fuertemente erótico.
Otra vía de protección es la catalogación de las páginas con el sistema ICRA. El pro­pietario de la página la define según una escala de criterios que se le proporciona. El usuario instala en el ordenador el filtro ICRAplus, gratuito, y el usuario mismo define qué nivel desea aceptar en cada categoría (violencia, lenguaje soez, desnudos, etc.). Para modificar los criterios de admisión de las páginas hay que disponer de la password. Por desgracia, son pocas las páginas web que aplican este sistema de auto-catalogación, por lo que este medio no resulta por ahora muy eficaz.

Una tercera vía de protección es usar Internet a través de un Provider que ya aplica un sistema de filtración serio y bien orientado. Este es el caso, por ejemplo, de “Davide.it”. Es un sistema gratuito y eficaz, muy apropiado para las familias, aunque no es del todo perfecto: alguna vez no deja pasar contenidos buenos, o deja pasar cosas no del todo con­venientes. Los expertos de buen criterio lo consideran muy aconsejable para los hogares donde hay niños. El verdadero límite es que hoy día los niños saben bastante de informática, y pueden abrir una conexión gratuita con otro Provider sin que los padres se den cuenta. La prohibición de establecer otras conexiones que se puede introducir en Windows XP se puede saltar con facilidad.

Un último sistema, concebido para la protección de menores, consiste en instalar el filtro gratuito ICRAplus y programarlo para que deje acceder sólo a las páginas que se le indican expresamente. La filosofía en que se basa es la misma con la que se forma en el hogar una biblioteca. Como los padres compran sólo los libros que se quieren tener o que se desea que los hijos lean o puedan leer, y no todos los que hay actualmente en el mercado, los padres determinan las páginas web que consideran que sus hijos necesitan para el estudio, información, descanso, juego, etc. Pienso que la aplicación de este sistema para el uso de adultos es más discutible. En todo caso, este sistema requiere una educación esmerada, que permita verlo como una ayuda deseada y bien motivada para el uso recto que se quiere hacer de Internet. De lo contrario, no educa e incluso es contraproducente. Si una persona joven, en cuya casa se usa este sistema de protección, cuando está en otro lugar se lanza ávidamente a hacer todo lo que en su casa no puede hacer, es una persona en cuya educación se ha fracasado por completo. Tarde o temprano se emancipará, tendrá su propio hogar, y hará lo que quiera hacer, yendo quizá más lejos en el mal de lo que vayan otras personas que han vivido más libremente y han aprendido a administrar su libertad. En la pedagogía hay una larga experiencia en esta materia: personas que no rezan o no van a Misa porque en el colegio al que iban de pequeños les obligaban a rezar o a ir a Misa, etc. Es un tema clásico, sobre el que hay muchos estudios que obligan a reflexionar seriamente acerca del modo y de la medida en que se emplean las restricciones, que en todo caso han de ir adecuándose a la edad y al desarrollo de los jóvenes.

4. El uso de Internet por parte de niños y adolescentes en el ámbito de la familia
Actualmente los niños y los adolescentes usan bastante el ordenador en su propia casa y usan también Internet. Por la falta de madurez humana y ética, propia de su edad, están particularmente expuestos a recibir influjos negativos de diversa índole. Un reciente estudio de la International Crime Analysis Association, titulado “Child Internet Risk Perception”, ha puesto de manifiesto que el 77% de menores entre 8 y 13 años usa Inter­net. Sólo el 26% de los padres sigue de cerca el uso que sus hijos hacen de ese medio. El 52% de los niños entrevistados se han encontrado con contenidos pornográficos, y el 24% de ellos ha reaccionado con curiosidad. El 13% de los entrevistados ha tenido contactos con pederastas a través de la red, y el 70% de éstos no ha dicho nada a sus padres.

Diversos organismos de expertos se han ocupado de este problema. Es interesante el documento de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos titulado Your Family and Cyberspace, del 22 de junio de 2000[5]. El documento antes citado, La Iglesia e Internet, dice: «Por el bien de sus hijos, así como por el suyo propio, los padres deben “aprender y poner en práctica su capacidad de discernimiento como telespectadores, oyentes y lectores, dando ejemplo en sus hogares de un uso prudente de los medios de comunicación social”. En lo que a Internet se refiere, a menudo los niños y los jóvenes están más familiarizados con él que sus padres, pero éstos tienen la grave obligación de guiar y supervisar a sus hijos en su uso. Si esto implica aprender más sobre Internet de lo que han aprendido hasta ahora, será algo muy positivo. La supervisión de los padres debería incluir el uso de un filtro tecnológico en los ordenadores accesibles a los niños, cuando sea económica y técnicamente factible, para protegerlos lo más posible de la pornografía, de los depreda­dores sexuales y de otras amenazas. No debería permitírseles la exposición sin supervisión a Internet. Los padres y los hijos deberían discutir juntos lo que se ve y experimenta en el ciberespacio. También es útil compartir con otras familias que tienen los mismos valores y preocupaciones. Aquí, el deber fundamental de los padres consiste en ayudar a sus hijos a llegar a ser usuarios juiciosos y responsables de Internet, y no adictos a él, que se alejan del contacto con sus coetáneos y con la naturaleza»[6].
Los padres tienen que educar a los hijos también en este aspecto, dedicándoles tiempo y haciendo un esfuerzo, si fuera necesario, para conocer la red de Internet, ya que sus hijos la usan. Cuando se trata de menores, es moralmente necesario protegerles me­diante un sistema seguro de los que antes se ha hablado. A la vez es muy conveniente que el ordenador conectado a la red esté en un lugar de paso o bastante frecuentado en la casa: sala de estar, cocina si reúne condiciones, etc. También se ha de explicar a los niños que no den informaciones personales (por ejemplo, rellenando cuestionarios) ni entren en contacto con desconocidos, que han de hablar con sus padres de lo que les parezca extraño, y que han de ser prudentes con los discos que reciben de sus amigos de la escuela, etc.[7] Si se dan las explicaciones adecuadas, los hijos verán esas precauciones como una ayuda para hacer el uso recto del ordenador que ellos quieren hacer, y que comprende además criterios como no “navegar” por Internet sin rumbo fijo, para pasar el tiempo.

Cuando los hijos son más mayores, sigue siendo moralmente necesario usar un filtro en el ordenador con el que trabajan en casa. Así se evita que puedan entrar sin querer en páginas de contenido muy negativo que podría introducirles en un mal camino que poco a poco podría crear adicción. Encontrarse, por ejemplo, con un contenido fuertemente erótico es una ocasión grave y próxima para cualquiera, y los padres tienen el deber moral de evitar esos peligros a sus hijos. Esta es la conducta que de hecho los padres honestos tienen con sus hijos: no van de paseo con ellos por ciertos lugares, no los llevan a determinados locales, etc. Si esto no lo ven como un atentado contra la libertad, tampoco deberían ver las precauciones de que se ha hablado como falta de respeto a la libertad de los hijos.

En familias con varios hijos puede suceder que los padres adviertan que uno de ellos tiende a hacer un mal uso de Internet. Es difícil dar reglas generales acerca de lo que con­viene hacer. Pero en términos generales no es educativo que “paguen justos por peca­dores”, ni someter a los hijos que se comportan rectamente a restricciones mayores de las que son moralmente necesarias. Se ha de afrontar, enérgicamente si es necesario, el pro­blema real y concreto del hijo que no se comporta bien, evitando crear en la familia un clima generalizado de desconfianza o de falta de libertad. Generalmente no parece acertado obligar a todos los hijos a prescindir por completo de Internet. Cuando menos sería un fracaso en la tarea educativa de enseñar a usar rectamente los medios informáticos que, se quiera o no, forman parte del mundo actual, y que los hijos tendrán que manejar en la escuela, en la universidad, en el futuro trabajo y, más adelante, en el hogar que constituirán cuando se casen, donde a su vez tendrán que guiar a los hijos que Dios les dé. Me parece que la razón de que antes no existía Internet y nadie se moría por eso, es una falsa razón. Antes tampoco había automóviles, ni aviones, ni teléfonos, etc., y no por eso se ha de prescindir de esos medios. Hay que aprender a usarlos rectamente.

En la medida en que los hijos se van haciendo mayores, se entra en la problemática propia de los adultos, que examinamos a continuación.